El año 1935, después de años de política activa de discriminación del pueblo judío, fueron adoptadas en Alemania las llamadas leyes de Núremberg. Estas leyes definieron la legalización y institucionalización de la discriminación en Alemania del pueblo judío y de otros colectivos considerados impuros. Su objetivo era preservar la pureza de la raza aria impidiendo contactos entre el pueblo alemán y otros colectivos.
Debido a la creciente discriminación y limitaciones, muchos judíos empezaron a dejar Alemania y los demás países europeos interesados por la ocupación alemana buscando en otros países la posibilidad de vivir, trabajar y prosperar.
Ya antes de la invasión de Polonia empezada el 1 de septiembre de 1939 y que dio origen a la Segunda Guerra Mundial, Alemania había comenzado la ocupación de territorios: antes Austria y más tarde Checoslovaquia, Bélgica y Holanda.
La ocupación alemana de estos territorios aceleró el éxodo judío hacia Francia, Estados Unidos, Sudamerica y otras destinaciones consideradas más seguras. Muchos judíos sefarditas se dirigieron a España acogiéndose a un decreto de Primo de Rivera, fechado en 1924, que concedía ciudadanía española a los judíos sefarditas.
Entre 1939 y 1944, miles de personas cruzaron los Pirineos en dirección a España como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, para huir de los Nazis o incorporarse al ejército aliado en el norte de África o en Inglaterra. Como ya en la Primera Guerra Mundial y en la reciente Guerra Civil, los Pirineos actuaron como espacio de huida. Una vez más, la frontera se convirtió en un lugar de refugio, en una línea que separaba de la muerte.
Para los refugiados que procedían de los Pirineos franceses, cruzar la frontera significaba quedar a salvo, librarse de la persecución y la detención y, en algunos casos, de una muerte más que probable.
Este flujo humano transfronterizo no se detuvo hasta el verano de 1944, después de la liberación del sur de Francia por parte del ejército aliado. Desde ese momento penetraron durante unos años, alemanes que trataban de evitar caer en manos de los Aliados. En total, prácticamente diez años de paso clandestino de la frontera.
Los Pirineos se convirtieron en las montañas de la libertad, el escenario silencioso de una huida en búsqueda de nuevos objetivos personales.
Pero los refugiados extranjeros que llegaron a España en los años de la Guerra Mundial encontraron un país que ni los esperaba ni disponía de recursos suficientes para acogerlos y que, a pesar de no tomar parte en el conflicto bélico, sentía una especial simpatía por las potencias del Eje, tanto como para enviar las tropas de la División Azul a luchar a su lado.